LIDIA REYES CONCEDE UNA ENTREVISTA PARA ABC
Siguiendo el lema de la legendaria serie de los ochenta, Lidia Reyes ha tenido a penas un año para asimilar aquello de «buscáis la fama, pero la fama cuesta, pues aquí es donde vais a empezar a pagar: con sudor». El sudor que ha derramado desde pequeña en agotadoras clases de danza, que tenía que compaginar con sus estudios como cualquier alumna más del colegio de las «francesas». Lidia pasaba interminables jornadas de ensayos en el Conservatorio de Música de Córdoba, en las que apenas tenía media hora para comer.
El verano pasado, fue sin duda el verano de su vida, aunque empezó a ser consciente de ello, cuando una masa humana gritaba su nombre en la puerta de su casa en el pintoresco barrio de San Pedro el día que salió de la academia.
Tras 77 días «encerrada como un canario» en la academia, Lidia se encontró con seguidores que habían pasado todo el verano pendiente de todos sus movimientos. El mundo parecía haber girado alrededor de ella, mientras que la joven, ajena a todo eso, acababa de salir de un curso más, rodeada de compañeros con los que había compartido 24 horas al día y disfrutando de clases de canto con profesores de la talla de Edith Salazar.
La transición del verano pasado a éste, reconoce haber sido «la peor época de este último periodo», pendiente del teléfono para cerrar actuaciones y conciertos.
Pero desde el pasado mes de junio ha vuelto la actividad a su agenda. Maleta a cuestas, Lidia pasa los fines de semana haciendo «bolos» (actuaciones) y galas en Valencia, Murcia, Madrid y Andalucía. Centenares de fans la paran por la calle, y la siguen allá donde canta. Parece que la sencillez que demostró en la academia ha hecho que se convierta en un ídolo para quinceañeros.
Aunque el verano pasado la vimos a diario en los programas de televisión, la cordobesa afirma que «es ahora cuando estoy viviendo mi lanzamiento profesional. Es la hora de subirme a un escenario y cantar».
Sin el respaldo de OT y fuera de grandes eventos organizados por el programa, a la cordobesa le toca ahora enfrentarse a su público sin más arma que su voz, pues afirma que, «por el momento, no he necesitado «playback»». Dice disfrutar plenamente de lo que está haciendo y sentirse recompensada con el aplauso de sus fans. «Estoy trabajando de algo que jamás pensaba, y encima me pagan por ello», añade la joven, que parece no creerse mucho eso de subirse a un escenario.
Toda su vida dedicada por completo a la danza, y ahora cambia las fiestas familiares, donde, al ritmo de palmas, iba apareciendo tímidamente un voz prodigiosa que supieron reconocer en la academia. Afirma no haber cantado nunca, pero a decir verdad, desde pequeña el talento de la joven se dejaba ver en las participaciones de los villancicos en su colegio o en los recreos, cuando dejaba boquiabiertos a sus compañeros con las cancioncillas familiares o con aquellas «Palabras de papel» de Camela.
En la cola del casting de Operación Triunfo, aspiraba a quedarse entre las dieciséis participantes en la cuarta edición de la análoga Fama. Con esto conseguido, Lidia sueña ahora con dar el paso definitivo para su carrera artística. Un esperado disco que, escuchándola cantar, nadie duda que no tardará en llegar. Con un estilo propio más próximo a la música étnica fusionada con aires flamencos, Lidia pretende conquistar el mercado de la música nacional.
Por estas fechas Lidia ya tiene cerrados proyectos profesionales para después del verano en el que por suerte confiesa que «no tengo ningún fin de semana libre».
Su paso por la Academia
Describe esa etapa como una «superexperiencia» donde, sin embargo, dice no haberse sentido plenamente feliz porque «a pesar de estar en un lugar idílico, me faltaba mi familia y mis clases de danza». Aunque consciente del trampolín que la academia ha supuesto para su carrera como artista, Lidia confiesa que «echaba de menos la danza, a lo que me he dedicado toda la vida», porque la danza es una vía de escape, donde «desahogar todos los problemas y las preocupaciones».
También cuenta que «el día más especial fue cuando recibí la llamada de mi madre, llevaba sin verla desde la gala cero y cuando escuché su voz... ¡Para que yo llore y diga te quiero! Esas cosas no las suelo hacer», añade la joven.
La Academia, vivida desde dentro, fue para Lidia un paso más en la formación para su futuro profesional. El Conservatorio de Córdoba, la Fundación Cristina Heeren en Sevilla y después «otra academia en Barcelona».
Pero no todo fue aprendizaje y formación. Los seguidores de OT fueron testigos de los numerosos momentos en los que la cordobesa arrancó la sonrisa con sus ocurrencias. Demostró la espontaneidad que siempre la ha caracterizado. Era bastante aplicada en las clases, y disfrutaba con ellas, sobre todo cuando llegaba la hora de «expresión corporal», con el bailarín de «Poeta en Nueva York», Rafael Amargo. Era aquí donde la cordobesa hacía gala de sus dotes en la danza, deleitando en más de una ocasión a sus compañeros con piruetas y demás pasos de baile.«No entiendo cómo se puede cantar sin bailar ni al revés», afirma la joven.
Lidia señala que «me he quedado con amigos que se cuentan con los dedos de las manos», de entre los 16 concursantes que entraron, porque según confiesa, «es difícil no perder la cabeza en este mundo». Pero el remedio a esto lo pone su tierra, donde dice «quitarse los tacones y ponerse las zapatillas». Aquí la gente la conoce, tiene a su familia, a sus amigos de siempre que la bajan de las nubes cuando notan el más mínimo aire de «superestrella», aunque por el momento, sigue «siendo la misma», frase que no se cansa de repetir en todas las entrevistas.
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